Cuando era pequeña estaba convencida de que todas las niñas del mundo soñaban con ser escritoras, como si ser escritora fuera algo tan maravilloso que nadie en su sano juicio desearía ser otra cosa.
Sospecho que ese pensamiento tiene su origen en mi más tierna infancia. Era una niña insistente, llena de impulsos, ideas y preguntas que agotaban a los adultos. Un día, uno de ellos me dijo: «Todo está ya inventado. Todo lo que pienses ya lo ha pensado alguien que llegó antes que tú». No he olvidado aquella frase, pese a mi nefasta memoria; se me clavó en el cerebro como un dardo envenenado.
Ese pensamiento, que me provoca hoy un escalofrío, me hizo ver el mundo con otros ojos, como a través de unas gafas con cristales tintados de un gris plomizo que he tardado años en lograr arrancarme de la cara. Ese mundo estático, inamovible, construido por aquellos que llegaron antes que yo y al que nada podía aportar, era mi hogar. Y por muchas ideas que tuviera, por mucho que yo me sintiera diferente a los demás, no era más que un espejismo. Solo era una más, idéntica al resto de los mortales.
Entonces, si yo soñaba con ser escritora y aquel deseo era tan fuerte, ¿no debía de ser eso también lo que soñaban los otros niños? Además, ¿quién, en su sano juicio, no soñaría con ser escritor?
Hoy sé que no todas las niñas sueñan con ser escritoras, que todos somos especiales y nuestros sueños, aunque puedan ser parecidos, son siempre únicos en cierta forma. No obstante, somos muchos los escritores de espíritu que recorremos este arduo, aunque hermoso sendero. Caminamos sobre las huellas de los que llegaron antes que nosotros y, aunque sean huellas profundas, no debemos permitir que ese peso se convierta en un lastre que nos impida avanzar. Cada voz que nace es nueva, cada mirada ve el mundo con diferentes matices, cada corazón es permeable de una manera única.
Si tú, como yo, sueñas con ser escritor o escritora, confía en tu capacidad de transmitir, en tu manera de ser único, de llegar allí donde nadie ha llegado nunca. Pese a la insistencia de algunos, no te quepa duda de que aún nos quedan una infinidad de caminos por recorrer.